A veces nos miramos al espejo y nos juzgamos con demasiada dureza. A veces pensamos que todo lo hacemos mal, que es nuestra culpa que pasen las cosas, que somos nosotros los que hacemos que la vida, en general, no vaya bien. A veces nos odiamos, y somos nosotros mismos los que nos ponemos límites para realizar sueños, porque preferimos mil veces el "no puedo", "no sirvo para ello", "soy nulo", etc., cuando sólo lo hemos intentado dos o tres veces. A veces nos rendimos antes de comenzar. A veces blanco, y otras negro. A veces sólo sabemos poner excusas a nuestros actos de cobardes. Pero también, a veces, vemos el rojo y el amarillo de las cosas. A veces también somos capaces de levantarnos y mantenernos, de luchar sin perder la perseverancia ni la paciencia: sin miedo a caer. A veces también somos fuertes, incluso más de lo que esperamos de nosotros mismos. Por eso, porque muchas mañanas me levanto y pienso que tantas cosas son mi culpa, hundiéndome en la miseria yo sola, hablando conmigo misma de lo que debería cambiar y al final, no cambio, he decidido ver el gris de la vida. No todo tiene que ser negro o blanco. No todo tiene que ser un "a veces". Hagamos que superarse sea nuestro día a día. "Los únicos límites son los que uno se impone a sí mismo", y no puede haber más verdad en esta cita -que no sé si es exacta, pero que transmite lo que quiero decir.
Tenemos que ver un poco menos en los demás, dejar de pensar en el qué dirán y hacer las cosas porque queremos. Hay que dejar de no mirar un poco más allá de nuestras narices, dejar los límites atrás y avanzar con las cosas que nos gusten de verdad, esforzándonos al máximo. Y si queremos algo, luchar hasta conseguirlo. Y si algo nos disgusta, luchar hasta cambiarlo. Porque no hay nada mejor que ver que somos capaces de llegar mucho más allá, sólo por el hecho de satisfacernos a nosotros mismos y de mirarnos al espejo y decir: éste soy yo, y cómo me quiero.
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