17 de junio de 2012

Aprender.

Las respiraciones se atascan con los gritos de un reloj congelado para siempre en una hora demasiado repetitiva: 23:23. Las gentes chocan, se funden y corren con su típico estrés en noches llenas de prisa y más prisa. Nervios, ansiedad... ¿Acaso no saben que existen los paseos tranquilos y ciertas horas muertas para descansar del murmullo ensordecedor de la rutina? Creo que lo ignoran. Están demasiado ocupados en vivir con rapidez para pararse a disfrutar de lo que los rodea. Prefieren perder su tiempo creyendo que lo aprovechan, que aprovecharlo realmente.
Y las aceras estrechas los miran y sienten sus pies demasiado pesados ya, caminando de nuevo con rapidez. Y los coches no paran, y las agujas del reloj siguen congeladas porque nadie piensa en su existencia ya. Los árboles se quedan sin hojas, y de repente las vuelven a tener verdes. Verano, calor, sol y playa tocan a sus diminutas puertas, pero a veces no tienen tiempo ni para ellos. Nunca tienen tiempo de mirarse a sí mismos, de cuidarse, de ser egoístas. No saben serlo, y nunca parece que vayan a aprender...

No hay comentarios: